Antes de contestar esta pregunta, primero debemos entender cómo funciona nuestro sistema inmune.
Nuestro sistema inmune nos protege de las enfermedades y combate las infecciones una vez las hemos contraído.
Como su propio nombre indica, nuestro sistema inmune no es tan simple, consta de diferentes partes. Todos tenemos una respuesta inmune «innata», que responde frente a las infecciones tanto si es vírica, bacteriana o fúngica. Para luchar contra estos invasores, nuestro cuerpo libera sustancias químicos y leucocitos.
Pero nuestro cuerpo es también capaz de producir una respuesta inmune mucho más focalizada, apuntando directamente a un tipo virus o a una bacteria.
Para ello, produce anticuerpos específicos, proteínas que se unen al virus para impedir que estos entren en nuestras células y células T específicas que reconocen cuando hay alguna célula ya infectada y la destruye.
Pero este proceso requiere su tiempo.
Si hemos estado expuestos a alguna cepa del nuevo virus, como el que produce Covid-19, u otro al que nunca nos habíamos expuesto, llevará un tiempo hasta que nuestro organismo averigüe qué hacer.
Una vez que nuestro cuerpo haya creado anticuerpos, llevará a cabo su acción si vuelve a tener algún contacto con el virus.
Hablamos de la inmunidad natural desarrollada por nuestro organismo, el mismo principio por el que se desarrollan las vacunas. Muchas de las vacunas consisten en la inoculación de una pequeña e inofensiva parte del virus, incitando a nuestro organismo a reaccionar ante la verdadera enfermedad, pero sin contraerla realmente.
Con ello, se puede conseguir una inmunidad real, pero no en todos los casos.
Si hay suficiente población vacunada o que haya desarrollado anticuerpos de forma natural, es muy difícil que esa enfermedad se extienda en toda la población. Esto se conoce como inmunidad de rebaño.
Pero, desgraciadamente, desarrollar anticuerpos frente a una infección inicial o mediante vacuna, no significa que estemos totalmente protegidos frente a la enfermedad, ni que estemos protegidos de por vida.
Algunos virus como el sarampión consiguen una respuesta inmune muy duradera, una vez que hemos contraído la enfermedad o nos vacunamos, sintetizamos unos anticuerpos que duran mucho tiempo. Hay otros virus, sin embargo, como el resfriado común , cuya respuesta inmune tiene una duración muy breve, incluso con un intervalo de tan sólo unas semanas, podemos volver a ser contagiados.
Otros virus como la gripe evaden nuestro sistema inmune mutando rápidamente.
Todavía no existe ninguna evidencia de que este coronavirus mute tan rápidamente como para necesitar diferentes anticuerpos para combatirlo.
Otros, como el tétanos, cuya vacunación dura unos 10 años.
Como es un virus nuevo, aún no se sabe exactamente la duración de sus anticuerpos. Tampoco se sabe la relación entre la gravedad de sus síntomas y la respuesta de nuestro organismo ante el virus.
Si alguna persona presenta síntomas leves o incluso asintomática, estará protegida si vuelve a contraer el virus? En algunos casos, presentar anticuerpos puede proteger de estar de nuevo enfermo, pero no de no contraer la enfermedad
Es importante el estudio de la respuesta inmune y de la duración de los anticuerpos, así como los test de anticuerpos positivos.